viernes, 25 de enero de 2008

Work in Progress I (me darán una beca?)

He decidido postear un esbozo de cuento, que no está terminado, ni corregido, ni bien planteado. es solo eso, un esbozo de la primera parte, después posteo lo mismo pero de la parte faltante y finalmente completo con su primera corrección.

Al estar en progreso, agradezco desde ya y más que mucho, los comentarios al respecto, y las cosas a corregir.


ALICE

Alice no era de Seattle. Tampoco le gustaba el grunge. De hecho, en esa época contaba menos de diez años. Pero una vez, quizás en una fiesta, o en un bar, escuchó la historia del nombre de una banda. Nunca supo si era verdad o mentira, pero esa historia impactó en medio de su cerebro, y de allí no pudo irse nunca más. Había una vez una Alice, como ella, que era puta, no como ella. Alice era una entre tantas de millones, salvo por un detalle que la volvió famosa durante un par de minutos a la mañana: había sido encontrada dentro un auto, muerta, y envuelta en cadenas. A alguien más le impactó esa historia, y decidió usarla para nombrar a su naciente banda como “Alice in Chains”.

Alice no era puta, pero le gustaba coger. También le gustaba la plata, lo que la llevó a meterse en la distribución a muy pequeña escala de metadona. Pero el negocio era peligroso, y ella una chica rubia, que pese a ser white-trash, estaba bastante en desventaja frente a los mexicanos que ya dominaban California. Pensaba como hacer, durante varios días, sin llegar a nada claro, y con Starbucks como única salida. Hasta que en otra fiesta, quizás la misma que en donde escuchó la historia, conoció a Randolph. Nombre extraño, que jamás había oído, pero que venía acompañado de buenos billetes. Eso la hizo relajarse, y cambiar su asiento por el regazo de aquel hombre tan diferente, pero tan conocido al mismo tiempo.

Alice no era una belleza. Pese a ser una chica rubia de California adicta al sexo, sus rasgos no eran del todo agraciados, y sus dientes acusaban la falta de cuidado que les prodigó durante su adolescencia. Sin embargo, a Randolph le interesó para su negocio. Le tomó el casting sin ella saberlo, y tan adecuado estaba a su trabajo, que instintivamente midió sus planos más convenientes. Así que le pasó una pipa de crack y mientras ella fumaba, le propuso participar en sus películas. Buena plata, fácil, una oportunidad ideal para una chica como ella. Así lo pensó Alice también, y aceptó la propuesta. Para terminar de convencerse, sacó una cámara portátil y filmó la fellatio que ella, en agradecimiento, le estaba prodigando.

Alice no era muy brillante. Su familia tampoco, pero a nadie le importaba. Con suerte, se casaría con un marine que la mantuviera, y al morir en alguna guerra, le dejaría una buena pensión, las medallas, y el consuelo de ser la esposa de un héroe. El único problema es que ella no conocía a ningún marine, tan solo un policía mexicano que la detenía, cada tanto, sin más excusa que tenerla sentada un par de horas en la comisaría. Le daba comida, cigarrillos, algunos gramos de crack que quedaban como evidencia olvidada. El oficial Ramírez estaba loco por ella. Alice lo odiaba. Más por mexicano que por policía, o molesto, acosador, pervertido y otras cosas más fuertes que se le ocurrían al pensar en él. Su padre le había enseñado a odiar a los negros, a los mexicanos y a los chinos desde que era pequeña, y cada vez que escuchaba las expresiones “persona de color”, “hispano” u “oriental”, se salía de sus casillas y abofeteaba a quien las dijera. Para él eran negroides, frijoleros y japs. Nada más que mierda. Y la pequeña rubia creció con esas ideas, junto a la admiración por su padre violento y alcohólico, todas juntas como en un cóctel, dentro de esa cabecita rubia que tan poco pensaba.

Alice no sabía actuar. Ni siquiera lo poco que le exigía su nuevo rol de actriz. Sus gemidos fingidos parecían llanto de bebé, nunca entendía si tenía que mirar a su acompañante, a la cámara, al pene o al director. Además de que era torpe para sacarse la ropa, y para adoptar las posiciones necesarias sobre tacos plásticos de 15 cm.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también puedo hacer comentarios y/o críticas? :P

Damián dijo...

obviamente que si!